Jairo Lorenzo
3/5
Reservamos por teléfono y cuando llegamos allí nadie nos recibió. Simplemente había gente esperando y en la barra atendían a los clientes, sirviendo tapas y bebidas.
El salón estaba lleno y el servicio de barra, no paraba pero tampoco iba a tope. Esperamos un rato hasta que alguien tuvo a bien mirarnos, momento en el que aprovechamos para atacar, a ver si alguien nos explicaba cómo sentarnos a la mesa. Por toda respuesta obtuvimos un "ahora viene la señorita".
Quizá habríamos agradecido algo más concreto. Del estilo "esa chica/señorita/mujer de negro es quien controla el salón y si tenéis reserva os llamará por el nombre"... o algo parecido. Básicamente para saber cómo proceder.
Finalmente decidimos quedarnos allí esperando hasta que se obró el milagro y descubrimos por nosotros mismos que el funcionamiento era el que acabo de comentar arriba.
Cuando llegó nuestro turno, la chica que llevaba la sala nos sentó y automáticamente vino otra a darnos la carta y colocar cubiertos y tal. Decidimos lo que comeríamos y esperamos un rato antes de tener que llamar para que nos tomasen nota.
A partir de ahí la cosa empezó a ir más rodada y los tiempos se empezaron a normalizar, así como el servicio y la atención. Hasta ese momento, no se si era sólo una sensación o una realidad, pero parecía que reinaba bastante el caos y que el servicio iba un poco como pollo sin cabeza. En el momento que el salón se empezó a vaciar, todo empezó a parecer normal.
Respecto a la comida, pedimos un arroz con botifarra i setas, unos caracoles a la llauna y unas carrillera al horno (hay opción de pedir una o dos carrilleras. Pedimos dos porque suelen ser pequeñas. La sorpresa vino cuando a cada carrillera le faltaba la mitad la carne que cubre el hueso).
Los caracoles venían gratinados con all-i-oli, no me gustan pero tenían una pintaza increíble y mi acompañante los disfrutó enormemente.
El arroz con botifarra y setas estaba realmente bueno y la ración era generosa. No así para la carrillera, que como decía (y como se puede ver en la foto) eran de tamaño más bien tirando a miniatura. Por otro lado, no estaban todo lo sabrosas que esperaba y costó bastante separarlas y cortarlas. Cuando en la carta hay carrillera no doy opción a pedir otra cosa y he de decir (muy a mi pesar) que son muy pocas las veces que no he disfrutado de un plato de carrillera.
En cuanto al local, es un bar de carretera de los de toda la vida, con los espacios muy aprovechados y sin adaptación para discapacitados en los WC. No obstante, hay una rampa en el extremo opuesto a la entrada para poder acceder con silla de ruedas. Eso sí, en el pasillo hay mesas que harán complicado que una silla pueda llegar por si misma sin necesidad de que se levante la gente o arriesgarse a caer unos 60cm de desnivel.
El precio es el que se espera para este tipo de sitios. No es excesivamente caro, pero tampoco es barato.